viernes, 27 de febrero de 2009

La difícil tarea de informar

Mucho se ha dicho y escrito sobre los comunicadores y los medios de comunicación. Pero nunca están de mas –especialmente en año electoral– algunas reflexiones sobre la misión del comunicador y su responsabilidad en la utilización constructiva de los mass media, esos instrumentos que, tal como lo expresó Juan Pablo II “de alguna forma son de todos y en todos influyen”.

Como gran comunicador que era, el Papa sabia que para los comunicadores sociales las masas no son multitudes anónimas, sino que por el contrario representan un permanente desafío de llegar y alcanzar a cada uno, hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nuestra tierra, en su propio contexto vital, a su propio nivel de comprensión y de sensibilidad.

Para quienes lo escuchamos, en sus dos visitas al Uruguay, es imposible olvidar su convocatoria a ejercer el periodismo “pensando en el bien común, al servicio de la verdad”, respetando los valores culturales de cada pueblo, ayudando al desarrollo de nuestra sociedad en todos los ámbitos, sin dejarnos llevar por intereses particulares o conveniencias de parte, procurando siempre contribuir “al progreso moral de la Nación”.

Claro que no es tarea fácil. La realidad del mundo de los medios es muy compleja. Así, por ejemplo, sus relaciones con el poder, político y económico, son casi siempre difíciles y con frecuencia tensas. En la relación con sus lectores y audiencias, las interferencias y las presiones, más o menos directas o sutiles, están a la orden del día. En tal sentido son bien ilustrativos los numerosos casos de mal manejo de la publicidad oficial o la adjudicación de permisos para favorecer a los familiares, amigos o aliados políticos, aun en perjuicio del bien común. En periodismo es siempre peligroso intercambiar favores con el poder, porque se puede terminar arriando los ideales.

Para Jorge Fontevecchia, director del diario Perfil y la revista Noticias, ambos de amplia circulación en nuestro país, para situarse en ese mundo los medios optan entre cuatro modelos u opciones viables. El técnico o puro, que es siempre crítico, al estilo del “watchdog” norteamericano; el ideológico, que acorde a sus creencias aplaude o critica a quienes comparten o rechazan sus ideas, por lo cual puede ser oficialista con un gobierno y opositor con otro, sin perder por ello su coherencia; el modelo utilitarista, cuya versión suave aplaude a quien le paga o hace favores y, en su versión dura, critica a quienes todavía no le pagaron o a los que se oponen a quien ya le pagó; y, finalmente, el modelo marketinero, que simplemente busca satisfacer a la mayor cantidad de consumidores. Como ejemplo de este último menciona al diario Clarín, el de mayor tiraje de la Argentina, afirmando que, en su opinión, el error de los Kirchner fue considerarlo un medio con un precio, cuando en rigor Clarín jamás lo aceptaría si ello significa ir contra la opinión pública, que es lo suyo. No tengo dudas de cuál de estos modelos, con sus variantes o combinaciones, debemos rechazar. El éxito económico no debe estar reñido con la ética ni con el periodismo de calidad.

Así como la realidad en la que los medios cumplen su labor es difícil, no lo es menos el clima en el cual los comunicadores se desenvuelven. Pero no por ello hay que resignarse, dejarse llevar por el temor o caer en la mediocridad. Para ayudarnos en lo que debe ser una permanente búsqueda de la excelencia es bueno tomar ejemplo de periodistas que han dado testimonio de lo posible. Es el caso de Edward R. Murrow, considerado el periodista de televisión más importante de la historia. Graduado en Oratoria en la universidad de Stanford, fue director de la oficina europea de CBS en Londres, profesor en Columbia, y adversario incorruptible del tristemente célebre senador McCarthy. Lo mas trascendente del trabajo periodístico de Murrow, ganador de cinco Emmy, lo que hizo de él una leyenda, es que no solo inventó los formatos de periodismo televisivo que se utilizan aun hoy en todo el mundo –desde el magazine news, pasando por el programa de entrevistas, hasta el documental para televisión– sino que logró una gran credibilidad porque impuso en su trabajo ideales de coraje profesional, integridad, responsabilidad social y periodismo de calidad.

Informar no es tarea fácil. Así lo reconoce Juan Pablo II, ya que “cuando la avalancha de noticias os arrastra, a veces de manera peligrosa, sin daros el tiempo necesario para ponderar cada caso o cada acontecimiento”, la tarea parece superar las posibilidades humanas. Pese a todo, no podemos olvidar que mucha gente para saber y comprender –y aun el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas– depende del buen periodismo, honesto y creíble. Lo que no será posible allí donde se manipule la información, se oculten los hechos, se limite la comunicación o se impida el conocimiento.

El Observador, 27 de febrero de 2009 - Eduardo Heguy Terra

No hay comentarios:

Publicar un comentario