martes, 5 de mayo de 2009

¡Ay Martínez!

Como ministro de Industria, Daniel Martínez tiene en su área de competencia el tema de las telecomunicaciones. Quizás por eso, la OEA, bastante despistada por cierto, lo invitó a viajar a Washington para disertar en un panel sobre libertad de expresión, tema que el ingeniero Martínez desconoce por completo como lo probó en una conferencia ante delegados de los demás países latinoamericanos.

El ministro empezó afirmando que en Uruguay rige una plena libertad de expresión, sin "monovisiones" de la realidad y con pluralidad absoluta. Adhirió a la tesis fundacional que campea en el Frente Amplio al decir que, antes del actual gobierno, nada se hizo en la materia "desde la época de los Libertadores", según dijo. Tan contundentes expresiones fueron matizadas con profesiones de su fe socialista, menciones a su propio pasado sindical y elogios abrumadores al gobierno que integra. Todo ello sazonado con frases típicas de una campaña electoral ("la inteligencia no es patrimonio de la clase dominante", fue una de ellas) o con otras absurdamente altisonantes ("la Humanidad puede caer en la tentación de uniformizar el pensamiento").

Por desdicha, en un discurso en donde repitió hasta el hartazgo la palabra "estratégico" y en el cual reiteró que el fútbol es la pasión de los uruguayos, Martínez omitió mencionar los ataques a la libertad de prensa por parte de este gobierno. Ni siquiera aludió a los más recientes, como el insulto y amenazas del subdirector de prensa de la Presidencia, Gustavo Antúnez, al jefe de informativos de El Espectador, o el más reciente de un grosero asesor de la ministra del Interior a un periodista de esta casa. Tampoco recordó que en materia de distribución de publicidad algún miembro del equipo gobernante sostuvo la tesis de no publicar avisos en medios que criticaran a las empresas públicas.

Por último, tal vez para congraciarse con sus anfitriones, el ministro de Industria confesó que muchas de las normas que su gobierno quiere impulsar están inspiradas en las recomendaciones libradas por la OEA, una revelación que, proviniendo de un socialista tan puro y duro, resulta harto sorprendente.

El País, 03 de mayo de 2009 - Editorial

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